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viernes, 14 de noviembre de 2008

Corsarios.



—¿Quiénes son ustedes? ¿De dónde vienen? —preguntó el Corsario, frente a ellos, con la diestra en la culata de la pistola.
—Somos filibusteros de las Tortugas; dos hermanos de la costa, y venimos de Maracaibo —contestó Carmaux.
—¿Han escapado de los españoles?
—¡Sí, comandante!
—¿A qué barco pertenecían?
—Al del Corsario Rojo.
Al oír estas palabras, el Corsario se estremeció. Agarró bruscamente a Carmaux por un brazo, y lo condujo casi a la fuerza hacia popa, gritando:
—¡Señor Morgan! Usted dará la alarma si algo sucede. ¡Todos a las armas!
El corsario descendió hasta una pequeña cámara, elegante e iluminada, y le indicó a Carmaux que hablara. Pero el marinero de la canoa no pudo despegar los labios.
—Lo han matado, ¿verdad?
—Sí, comandante. Tal como mataron al otro hermano, el Corsario Verde.
Un grito ronco, salvaje y desgarrador, salió de la garganta del comandante.


Emilio Salgari, El Corsario Negro.

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