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domingo, 2 de noviembre de 2008

Peplum.


Peplum de Blutch es un comic que tiene algo del Satyricón de Petronio, más de la película de Fellini, y bastante de la estética de los relieves y esculturas de la antigüedad clásica.

Como soy un rendido a la Historia Antigua, en especial si es griega o romana, me siento en la obligación de recomendar su... ¿lectura? No sería exacto. Más bien os recomiendo su visionado porque lo que me parece interesante de esta obra es su grafismo de claro-oscuro y trazos variopintos.

Estamos acostumbrados a una imagen de la antigüedad que nos han proporcionado los artistas del Neoclasicismo y los pintores decimonónicos del género histórico, popularizada por el cine norteamericano y por los comics de Alix, y otros.

La historiografía o la arqueología tampoco ayudan mucho, proporcionan visiones absolutamente idealistas, clasificadas, estáticas, carentes de vida.

Pero el mundo antiguo no fue así. No sabemos a ciencia cierta como fue en la realidad. La documentación que poseemos es abundante pero infinidad de detalles de aquel mundo indudablemente se nos escapan. Basta con leer alguno de los relatos escritos por las gentes de entonces e intuir nuestro desconocimiento de múltiples pormenores que se nos antojan vagos e incomprensibles. En realidad, si pudiésemos viajar a aquella época la impresión que lo que viésemos sería muy semejante a la que nos produce ver la película de Fellini. Con esto no quiero decir que la del director italiano sea la más acertada desde un punto de vista histórico. Hablo sencillamente de percepción. Estoy convencido de que el choque sería notable.

Bien, pues lo interesante de la Obra de Blutch es precisamente eso. No hay una fría reconstrucción histórica ni arqueológica de lo antiguo, ni una reproducción en cartón piedra de los escenarios y vestuarios de los filmes hollywoodienses. Se trata ante todo de la reconstrucción de una posible atmósfera, familiar pero incognoscible, vigente en el pasado. Allí donde la luz no llega las sombras aportan otras interpretaciones, como sucede con el mito que por su indefinición tiene más alcance que las respuestas que aporta la ciencia.

Pues eso. Me quedo con sus viñetas como relieves en claro-oscuro, por combinación de pincel y pluma o estilógrafo, un grafismo informal pero efectivo y efectista, sugerente, que capta un mundo verdaderamente desconocido.