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sábado, 22 de diciembre de 2012

Candy.


Candy gozaba de una habilidad especial. Tenía la facultad de atraer hacia sí, sin quererlo ni beberlo, a perros abandonados, de raza o no. Raro era el día en que, al salir de compras, no le saliesen al paso algunos, babeando, y la siguiesen hasta la mismísima puerta de su casa, poniendo el portal perdido. Una situación muy incómoda para una joven en edad de merecer.
Por eso ha memorizado en su móvil el teléfono del lazareto canino. Apenas nota que alguno le sigue, marca. Lo malo es que ahora no solo la siguen los perros, también las camionetas de la perrera que no dan abasto. Constantes redadas caninas a la puerta de su casa no ayudan a mejorar su imagen. Ya está pensando en mudarse.

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