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sábado, 25 de abril de 2015

La hermana de piedra de Zahara



De piedra tenía una hermana Zahara, princesa de la corte de los califas, que en todo se le parecía excepto cuando el fresco del Guadalquivir trepaba por los muros de palacio agarrándose a la yedra hasta su estancia, y a ella le entraban sofocos y temblores por todo el cuerpo. La de piedra permanecía muy quieta mientras Zahara se abrazaba con todas sus fuerzas a los cojines de la cama y se tapaba con los cobertores de seda y lana, y jadeaba del esfuerzo para entrar en calor.
Un día asomó el califa con la guardia de los mudos y persiguieron al intruso, que se refugió en la ribera junto a su padre el río. Como la caza fue vana, volvió el rey por donde se había venido y, para calmar su enfado, golpeó la cara de la estatua con el mango de su espada hasta partirle la nariz.
De las dos hermanas sólo queda la de piedra, que asomada a la muralla contempla el río aún. Y observándola a ella podemos imaginarnos el rostro de Zahara, pues incluso después de aquella noche ambas conservaron el parecido como dos gotas de agua.



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